Carlos Mugica, Martir de los Pobres

Del racionalismo escolástico al cristianismo existencial. La mutación que desde hace diez años vive la Iglesia y que continúa hoy es irreversible. Podemos dividir estos diez años en dos períodos bastante distintos el uno del otro: el primero es el del Concilio, el segundo es el del Postconcilio.

El Postconcilio continúa al Concilio y simultáneamente hay una discontinuidad con el Concilio. El Postconcilio se sitúa en tres campos fundamentales en los cuales continúa al Concilio e inicia un campo nuevo. Los tres campos fundamentales son: la reforma litúrgica, el aggiornamento de las estructuras internas de la Iglesia (curia, colegialidad, conferencias episcopales, sínodo, etc.) y el ecumenismo, que está aún en plena ascensión. En estos campos, tanto Juan XXIII como Pablo VI jugaron un papel motor y decisivo.

Pero en gran parte lo que ha sucedido después del Concilio es otra cosa, es una especie de descubrimiento del mundo, ya que el mundo no ha esperado a la Iglesia para asumir sus problemas, sino que el mundo mismo interpela a la Iglesia y traslada a la Iglesia sus propios problemas. De ahí, a mi juicio, proviene la gran crisis del sacerdocio. Es decir, que hoy el sacerdote siente muchas veces que su problemática no refleja la problemática del mundo. Ansía integrarse a la problemática del mundo para ser realmente fermento y, cuando ve que las estructuras a las cuales se liga se [o impiden, se produce su crisis. Ahora bien, la causa remota de este cambio es anterior al Concilio. A partir de la encíclica Divino afflante Spiritu, de Pío XII (año 1945), el católico comienza a redescubrir el valor de la Biblia, y en esto tenemos que reconocer que la Iglesia siguió a los protestantes.

Poco a poco, se deja de lado la visión fría, abstracta, enteramente clara y racional de la escolástica, para entrar en la Biblia, que es un libro vivo, carnal, un libro existencial. Esto es lo que provoca la gran modificación que hoy vivimos y que podemos sintetizar así: hoy pasamos

de una visión esencialista de las cosas a una visión existencial. Hoy los cristianos se interesan por la persona de Cristo, por todo ese testimonio vital, tremendo, de Cristo, y no tanto por un conjunto de verdades que han sido definidas por la Iglesia.

El cambio de la Iglesia de América latina. El cambio que experimenta la Iglesia en América latina, y en la Argentina en particular, comienza con la presencia carismática en el mundo entero de un hombre que se llamaba el abate Pierre que, con la simplicidad de los profetas, enseñó un camino que hoy la Iglesia ha asumido en gran parte. Cuando nos decía: "Antes que hablarle de Dios al hombre sin techo hay que darle primero un techo, y darle un techo ya es, hablarle de Dios", con esa simple fórmula el abate Pierre nos enseñaba lo que ya hoy dicen todos. Por ejemplo, nuestros obispos, en el documento que dieron a conocer en San Miguel en el año 1969, cuando afirman que la "evangelización comprende todo el ámbito de la promoción humana", que ayudarlo al hombre a crecer como hombre, alfabetizarlo, ayudarlo a politizarse es ya anunciarte a Cristo, porque se ha iniciado el camino de su liberación, ya sea como individuo o como pueblo. Pasando a la Argentina, lo que realmente ha sido importante en esta evolución que está experimentando la Iglesia ha sido el sentimiento de culpa experimentado por muchos sacerdotes que aparecieron identificados con la oligarquía, con los opresores del pueblo. En el derrocamiento de Perón, el clero se sintió a posteriori partícipe, colaboró en la caída de Perón, e inmediatamente después de la caída de Perón muchos sacerdotes experimentábamos estar marginados del pueblo, y entonces asumimos esa decisión de buscar, como lo enseñan nuestros obispos en el documento Pastoral popular (mayo de 1969), nuestra realización "desde el pueblo y con el pueblo", acompañando al pueblo. El proceso comenzó entonces por allí, por la presencia de sacerdotes en las villas miserias, por la presencia directa del sacerdote con el pueblo. Es decir, comenzó realmente ese cambio, y muchos sacerdotes y laicos comprendieron que no se puede evangelizar al hombre sino a través de sus problemas concretos y reales. 

Por otra parte, el papel del laico se fue haciendo más protagónico, y otro elemento importante en el cambio fue el contacto que tuvieron los cristianos, particularmente los que pertenecían a la acción católica universitaria, con los marxistas de la Universidad. Por una parte. el contacto con el pueblo, por otra el contacto con el pensamiento marxista en la Universidad, fue creando esa conciencia de cambio, esa conciencia incluso revolucionaria en sectores importantes de la Iglesia, que cada vez van siendo más numerosos. Posteriormente podemos decir que dos elementos que han contribuido muchísimo en América latina a una toma de conciencia nueva del clero juvenil, del clero en general, y también de los laicos, ha sido la presencia de esos dos profetas que se llaman Camilo Torres y Helder Cámara.

El celibato eclesiástico. Opino que es conveniente, y además preveo que va a cumplirse a corto plazo la desvinculación del sacerdocio y el celibato como obligación jurídica. Es difícil hablar del celibato. Yo podría hablar de mi celibato, y decir que, si bien en mí es una lucha cotidiana, tiene sentido porque es mi manera peculiar de vincularme con Cristo y de realizar mi sacerdocio, pero comprendo que un hombre casado pueda realizar su misión evangelizadora y santificarse y vivir con Cristo una unión muy profunda, Pienso entonces que el celibato es un problema estrictamente personal. Por otra parte, en la Iglesia se dijo siempre que es un carisma, un don que Dios da a algunos, lo cual no significa que el carisma del celibato coloque a un individuo en situación superior a la de otro, porque también la fidelidad matrimonial es un carisma cristianamente hablando.

Lo importante es que el problema se plantea hoy como una consecuencia: el sacerdote busca hoy el matrimonio porque se siente frustrado en sus posibilidades creadoras como sacerdote, ya sea porque las autoridades eclesiásticas le impiden un compromiso a fondo con los hombres y concretamente con los pobres, lo castran en su posibilidad de profeta, ya sea porque él personalmente se siente descolocado ante la nueva problemática a que lo obliga el mundo, que exige abandono de la visión eclesiástica de las cosas para asumir al hombre existencial de hoy y ofrecer un Cristo existencial. Pienso que es conveniente separar el celibato del sacerdocio, y entonces sí la gente creerá que hay hombres voluntariamente célibes. 

Cuando esto suceda, un número importante de sacerdotes seguirán siendo célibes porque quieren seguir siendo célibes, y otros contraerán matrimonio. No sucederá otra cosa que lo que sucedía con la Iglesia primitiva. No olvidemos que Pedro era casado y Pablo era célibe. En las primeras comunidades cristianas no solamente los sacerdotes sino los obispos contraían matrimonio y otros vivían célibes. La variedad me parece buena en este terreno como en muchos otros de la Iglesia. Tenemos que acostumbrarnos a vivir la unidad de la Iglesia con un sentido de popularidad y no de uniformidad. Por eso pienso que es respetable toda la inquietud del clero holandés, pero en el fondo es respetable en la medida en que, ya sea desde el celibato o desde el matrimonio, los sacerdotes asuman hoy lo que podemos llamar en grandes líneas la causa del Tercer Mundo, la causa del mundo de los oprimidos, de los explotados, de los pobres. La razón última, en el fondo, del celibato es para mí, como dije antes, una peculiar relación con Cristo, pero no tiene sentido el celibato sino como estado, como una situación existencial para realizar plenamente la misión evangelizadora. Lo cual no significa, vuelvo a repetir, que desde el matrimonio no se puede realizar también. Nadie puede negar, por ejemplo, que a Luther King su matrimonio lo potenció para dar testimonio de Cristo hasta con su vida, y también podemos decir que no tan fácilmente Camilo Torres hubiera podido abandonar su tarea inmediatamente sacerdotal y culminar su misión profética uniéndose a la guerrilla si hubiera tenido mujer e hijos. De modo que hay que respetar las situaciones personales y comprender que la crisis del celibato no es una crisis directamente afectiva que vive el sacerdote sino una consecuencia de que muchas veces se siente impedido de canalizar en las estructuras actuales de la Iglesia sus ansias evangelizadoras. En una estadística que se hizo en el Brasil se demuestra que una causa importante de la deserción sacerdotal es el contra testimonio que dan las jerarquías eclesiásticas identificadas con los factores de poder (en este caso concreto, con la dictadura militar vigente), y que consienten, incluso pasivamente, en la tortura y persecución de sacerdotes y monjas. Es decir, hay una parte importante de la jerarquía identificada con el régimen, pero hay otra que, encabezada por Helder Cámara, Fragoso y otros, enfrenta directamente a la dictadura y asume plenamente la causa de los pobres.

El interés creciente de los sacerdotes por la acción política. En el mundo en general y en los cristianos en particular, hay una conciencia cada vez más aguda de lo que llamamos el Tercer Mundo, el mundo de los explotados y oprimidos. La guerra de Vietnam ha tenido una influencia enorme en la evolución de las ideas. No hubiese ocurrido el Mayo francés, por ejemplo, sin Vietnam. Y en América latina lo que ha significado la revolución cubana, por ejemplo, hechos como la invasión a Santo Domingo por los yanquis, etc. Todo eso ha ido creando una conciencia cada vez más política en los hombres. El caso del pueblo de Vietnam, que hace más de veinte años que está en guerra y hace más de quince que resiste al más poderoso adversario del mundo, y esta situación se siente como una injusticia. Un hecho nuevo va surgiendo en el mundo cristiano, todavía poco explicitado, pero que va a comprometer cada más su futuro. Se va produciendo una cierta conversión al socialismo.

Pio IX decía en el siglo pasado que era totalmente imposible ser socialista y cristiano. Sin hacer una mistificación del socialismo, podemos afirmar hoy, con los obispos del Tercer Mundo, que "el socialismo es un sistema menos alejado del Evangelio y de los Profetas que el capitalismo opresor", y que muchos jóvenes están dispuestos a dar sus vidas, no sé si por el socialismo, pero sí por la revolución, y que además van a identificar su compromiso revolucionario con su fidelidad a Cristo.

Camilo Torres decía, con esa sencillez, con esa claridad que tienen los profetas, que el modo eficaz de amar hoy al prójimo, a los hombres, es hacer la revolución, porque hoy son legión los que mueren de hambre y los que están marginados de la cultura y de la dignidad. Hoy muchos cristianos entienden que el único modo eficaz de practicar el amor a esos hombres es a través del compromiso revolucionario.

Las minorías revolucionarías. Tenemos que reconocer que siempre los militantes han sido una minoría. Ya Jesucristo nos habla en el Evangelio de la pequeña grey, del rebaño que tiene que ser la sal de la tierra, que tiene que ser fermento en la masa; pero esas pequeñas minorías tienen influencia cada día mayor en las masas, y con frecuencia expresan sus esperanzas profundas, y en consecuencia son un elemento decisivo para caracterizar la atmósfera de una época. Puedo dar un testimonio muy concreto. En las villas miserias yo mismo me he sorprendido con comentarios que bolivianos y argentinos hacen sobre el “Che” Guevara. El "Che" Guevara es en cierta manera el abanderado del pueblo humilde. Al principio fue admirado por la burguesía y podemos afirmar que es el mito de las juventudes universitarias del mundo entero, pero ya incluso ha entrado también en el pueblo. Hace poco, a las doce de la noche, dos o tres muchachos de la villa se pusieron a cantar con la guitarra un canto al "Che" Guevara, Siempre ha habido en la Iglesia movimientos de jóvenes, pero lo interesante es advertir la evolución que viven esos movimientos y cómo cada vez más esos movimientos tienden a lo político, a la acción política en un sentido radical. Es cierto que también ha habido un impulso a través de los mismos documentos de la Iglesia. La Populorum progressio, los documentos de Medellín y, en nuestra patria, el documento del episcopado de abril de 1969, que hace la siguiente reflexión sobre la situación argentina: "Después de un largo proceso histórico que aún hoy tiene vigencia se ha llegado en nuestro país a una estructuración injusta, la liberación debe hacerse en todos los terrenos en los cuales hay opresión, el terreno jurídico, el político, el económico, el social y el cultural”. Ante esta crisis surge la preocupación de comprometerse en un sentido revolucionario.

El dogma de la infalibilidad del Papa. El dogma de la infalibilidad del Papa, proclamado en el Concilio Vaticano I, suponía una complementación con la afirmación del principio de la colegialidad episcopal. El Concilio Vaticano I se interrumpió por la guerra franco-prusiana. De hecho, un solo Papa usó ese dogma: fue Pío XII, el 24 de noviembre de 1950 cuando proclamó el dogma de la Asunción de María. Juan XXIII y Pablo VI no lo utilizaron nunca. Hay que entender qué queremos decir cuando afirmamos que el papa es infalible. La infalibilidad del papa significa, pienso yo, que el papa se constituye en portavoz autorizado de lo que siente toda la comunidad cristiana. Cuando Pío XII proclama el dogma de la Asunción de María, ningún católico ignoraba en su fe que María estaba en cuerpo y alma en el Cielo. Ya desde los primeros siglos del cristianismo, en la tradición cristiana estaba claro que la Virgen había sido preservada de la corrupción. La definición papal no hace más que oficializar, por decirlo así, lo que sentía el pueblo cristiano. De modo que no hay que creer que el papa tiene el monopolio del Espíritu Santo y que cualquier afirmación suya es infalible. Nunca se entendió así, y de hecho si el papa lo hubiera entendido así, hubiera sido absurdo que Juan XXIII convocara el Concilio Vaticano ll. Si el papa convoca el Concilio es porque siente que su proclamación de la verdad está condicionada a vivir realmente en comunión con la Iglesia universal, y el mismo Pío XII, cuando proclama el dogma de la Asunción, lo hace con estas palabras: "Teniendo en cuenta el sentir del pueblo cristiano, teniendo en cuenta los innumerables pedidos de los obispos de todo el orbe, nosotros proclamamos que la Virgen está en cuerpo y alma en el Cielo. "

De modo que la infalibilidad del papa consiste fundamentalmente en esto: cuando él vive realmente con comunión con su pueblo, cuando él siente con el pueblo cristiano, entonces sí es portavoz autorizado para proclamar, para explicitar lo que ese pueblo siente en la fe.

Personalmente, pienso que el papel que el papa desempeña en la Iglesia está sufriendo una verdadera crisis. Personalmente, pienso que Pablo VI es el último papa "papá" que va a haber en la Iglesia por mucho tiempo. Es decir que el papa, de un monarca absoluto se va transformando, usando una analogía pobre, en un primer ministro, y de hecho las dificultades que experimenta hoy Pablo VI en la conducción de la Iglesia se deben en gran parte a que él pretende seguir desempeñando una función de monarca absoluto, porque es la función que se le ha adjudicado a él tradicionalmente. Pero el mundo cristiano adulto no acepta más que desde Roma se le den directivas sin ser consultado.

El hecho de la existencia del sínodo que funciona cada dos años indica que hoy la Iglesia comienza a ser co-gobernada, y en el fondo la misión fundamental de Pedro es ser signo de unidad. Si nosotros analizamos la Iglesia primitiva, vamos a ver que la comunidad de Roma era muy distinta de la comunidad de Corinto o la comunidad de Tesalónica o la comunidad de Atenas, y que el primer concilio que se celebró en Jerusalén probablemente no fue presidido por Pedro sino por Santiago, y que en ese concilio prevaleció la tesis renovadora de Pablo sobre la tesis judaizante de Pedro; si bien Pedro fue el que legitimó el valor de ese concilio.

Fundamentalmente, la misión del papa es la de ser signo visible de unidad, aceptando que exista una pluralidad de Iglesias, y por eso tenemos que aceptar la originalidad de la Iglesia holandesa y la originalidad de la Iglesia local, que en el fondo es la que va a enriquecer a la totalidad de la cual el papa es signo fundamental de unidad.

Los sacerdotes del Tercer Mundo. El Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo se inicia en la Argentina y en América latina a partir de ese documento histórico que produjeron los llamados obispos del Tercer Mundo el 15 de agosto de 1967, documento en el cual por primera vez en la historia del Magisterio de la Iglesia se hace la apología del socialismo con estas palabras textuales: "La Iglesia no puede menos que regocijarse al ver aparecer en la humanidad otro sistema social menos alejado de la moral de los Profetas y del Evangelio.

Los cristianos tienen el deber de mostrar (y aquí los obispos del Tercer Mundo citan al patriarca Máximo IV, en su intervención en el Concilio Vaticano II) que "el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental de todos". Este documento motivó la adhesión inmediata de mil sacerdotes en América latina. Estos sacerdotes volvieron a unirse en un mensaje enviado a Pablo VI y a los obispos reunidos en Medellín, mensaje en el cual se hace una distinción importante entre la violencia represiva del llamado orden establecido, es decir, de los sistemas imperantes en América latina que oprimen a los pueblos, y la violencia liberadora a la cual se ven obligados a recurrir los pueblos como última instancia precisamente para lograr su liberación.

En la Argentina, después de estos dos documentos, los cuatrocientos sacerdotes que habían suscrito los mismos comprendieron que había llegado el momento de la acción, que no bastaba con declaraciones.  

En toda la República, en el año 1968, y sobre todo en 1969, se vio a estos sacerdotes actuando junto al pueblo, testimoniando su fidelidad a Cristo, en la denuncia de la injusticia, y asumiendo esa actitud a la cual nos invita Helder Cámara cuando dice que hoy la misión de la Iglesia es ser voz de los que no tienen voz. Y así vemos a los sacerdotes tucumanos acompañando a su gente que ha quedado despojada de su fuente de trabajo a raíz del cierre de los ingenios, vemos a los sacerdotes del norte del Chaco santafesino que acompañan en la marcha desde Villa Ocampo hasta Santa Fe a los campesinos y a los obreros también allí despojados de sus fuentes de trabajo, vemos a los sacerdotes que actúan en las villas miserias hacer una manifestación silenciosa frente a la Casa Rosada a fines de 1968 para protestar por el plan de erradicación que no contribuye en lo más mínimo a solucionar el problema de las villas de emergencia, sino que lo agrava.

En síntesis, aparecen en todas partes hechos y actitudes concretas, proféticas, de estos sacerdotes que se van organizando en un movimiento, que trata de no ser una organización para evitar ahogar, digamos, así, la vitalidad del mismo, y vemos también obispos que se integran en este proceso: monseñor Devoto, en Goya; monseñor Distéfano, en el Chaco; monseñor Angelelli en la Rioja; monseñor Cafferata, en San Luis, y últimamente monseñor Nevares, asumiendo una defensa evangélica de los obreros explotados en el Chocón.

El sacerdote en la pública discusión de los problemas sociales. El sacerdote no solamente puede, sino que debe actuar políticamente. Precisamente todo el argumento del liberalismo laicista es el que siempre llevó a marginar a la Iglesia de la acción en el mundo.

Hoy la Iglesia ha vuelto a la Biblia, que es un libro vital, carnal, en el cual no se distingue lo material de lo espiritual y hay un solo plano que es el humano, y la trascendencia de Dios actúa en la humanidad del hombre. El sacerdote comprende que tiene que asumir al hombre de carne y hueso y que evangelizar hoy supone, como dijimos antes, la promoción integral del hombre. Por lo tanto, si el hombre está siendo ahogado por estructuras injustas, el sacerdote, que antes de ser sacerdote es cristiano y antes de ser cristiano es hombre, debe realizar una acción política, no acción partidista pero sí política, ya que asumir el Evangelio trae como consecuencia resonancias políticas. No olvidemos que la última razón por la cual Cristo es condenado a muerte es una razón política: "Este dice que no hay que pagar tributo al César”.

La originalidad del mensaje de Cristo. Pienso que hoy, como una reacción precisamente a todo ese cristianismo trascendentalista y espiritualista, se tiende a reducir el mensaje de Cristo a un mensaje de redención humana o redención social, y eso no es hacerle justicia a Cristo. Si bien el compromiso cristiano pasa por el compromiso revolucionario para asumir incluso una transformación radical de las estructuras sociales, políticas, económicas y culturales, Cristo es mucho más ambicioso que un revolucionario.

Cristo no pretendió inaugurar un nuevo orden social, un nuevo orden político. Cristo pretende inaugurar un nuevo tipo de existencia, la existencia del ser divinizado. Sartre define muy bien al hombre como esencialmente apetito de ser Dios, y luego concluye con su lógica inexorable: como Dios no existe, el hombre es una pasión inútil. Precisamente Cristo viene a decir al hombre que sí es posible acceder a la dimensión divina. Porque, como dice san Agustín, el Hijo de Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios. Entonces, lo que Cristo pretende del hombre, lo que le ofrece al hombre no es simplemente un orden más justo, más fraternal. Pues, aunque todas las necesidades del hombre estuvieran satisfechas, aunque no hubiera más injusticias sociales, ni explotación, ni enfermedad, ni neurosis, igual Cristo tendría su palabra original para ofrecer al hombre: la posibilidad de acceder a la divinidad, de entrar en una dimensión en la cual el hombre jamás hubiera podido entrar por sí mismo. Pues fue necesario que Dios se lo revelara a través de su hijo Cristo, que es el hombre pleno, porque en el fondo es el hombre-Dios. De ahí que el misterio fundamental de Cristo para un cristiano es su Resurrección, y por eso Pablo dice: "Si Cristo no resucitó, los cristianos somos los más tontos de los hombres porque creemos en alguien que nos ha engañado"; y es ahí donde entra la dimensión de la fe.

Para mí personalmente, si Cristo no resucitó, si Cristo no es el hombre-Dios no me interesa. Será un hombre importante como fue Gandhi, como fue Mahoma, como fue el "Che", pero no es el hombre que soluciona el problema radical del ser humano, que es la muerte, que es el límite, diríamos así, de la contingencia.

Los cambios de la Iglesia y el arte. Esta actitud de cambio de la Iglesia se refleja, por ejemplo, en la arquitectura, Así como en la arquitectura de la Iglesia de la Edad Media el estilo gótico reflejaba precisamente la visión que tenía el hombre, una visión fundamentalmente teocéntrica, el hombre pensaba primero en el Cielo y después proyectaba el Cielo a la Tierra, hoy la preocupación del hombre es fundamentalmente antropológica. Las ciencias que tienen vigencia son las ciencias del hombre en su misma subjetividad, como la psicología, o en su proyección social, como la sociología. El hombre se preocupa fundamentalmente por el hombre, se preocupa de lo religioso en cuanto es su preocupación, se preocupa del hecho de que él se preocupa de la religión. El hecho de que el mundo sea hoy antropológico no es signo de que no sea religioso. Hemos descubierto que Dios no está afuera del hombre sino adentro. Como dice san Agustín: "En el interior del hombre, ahí está la verdad. Y esta preocupación también se ha volcado en el arte. Hoy la arquitectura religiosa es mucho más humana, menos pretensiosa, por así decir, más simple, m´-as despojada, lo lleva más al hombre al cultivo de su propia interioridad, lo deja mucho más librado a sí mismo. Creo que es una expresión más de la preocupación que el hombre tiene de su propio ser, y creo que es una vía auténtica para llegar al problema de Dios.

Eso, por un lado. Por otro, la literatura de hoy tiene un gran contenido religioso porque es una literatura en la cual entran en primer lugar las preocupaciones humanas, y como dice Paulo VI en el discurso de clausura del Concilio: "todo lo que es humano tiene que ver con nosotros, y agrega: "nosotros y los cristianos más que nadie, debemos tener el culto del hombre". Porque el hombre es imagen y semejanza de Dios, y Cristo le da al hombre un valor absoluto. Basta recordar el capítulo 25 de San Mateo donde Cristo identifica al hombre con él mismo: “lo que hicieron con este hombre lo hicieron conmigo", ese famoso pasaje donde Cristo dice: "Vengan, benditos de mi padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, estuve enfermo y me visitaron", y los bienaventurados van a preguntar: ¿cuándo te vimos con hambre, cuándo te dimos de comer?", y hoy tener hambre no es solamente tener hambre de pan, es hambre de cultura, es en el fondo hambre de espíritu.

Por lo tanto, para el cristiano el hombre, tiene un valor absoluto. Desde el momento en que hoy la literatura llamada comprometida asume los problemas del hombre, los problemas espirituales, desde los más elementales como ser el hecho de que el hombre viva marginado por el hambre, por la explotación, hasta el hecho de que hoy se preocupe por el sentido que tiene la vida, toda esa preocupación es religiosa. Por eso creo además que hay una influencia de la literatura sobre la Iglesia.

Todo este cambio de la Iglesia se debe a que la Iglesia se ha abierto al diálogo con el mundo, se ha dejado interpelar por el mundo, como dijimos antes. Esto influye en la Iglesia, y a su vez la Iglesia, que ha vuelto a la Biblia, vuelca toda la problemática humana en el mundo, y podemos percibir hoy en la literatura marxista contemporánea, sobre todo europea, una serie de preocupaciones que evidentemente brotan del diálogo que hay con el mundo cristiano. Preocupaciones del tipo más personal, por el destino de la persona, la preocupación por la muerte, que son preocupaciones de tipo religioso. Entonces hay interrelación: la literatura contemporánea antropológica modifica a la Iglesia, y a su vez asumiendo la Iglesia esa problemática, proyecta su propia problemática, que siempre estuvo muy atenta a buscarle un sentido a los problemas de la persona, y la proyecta al mundo.

La Iglesia toma conciencia y nos enseña que no hay que separar la creación de la redención en la Biblia, sino que Dios es el gran creador, que Dios no es pasividad sino vida. Dice Cristo: "mi padre está obrando siempre”. La Iglesia nos enseña a través del Concilio que el hombre es co-creador con Dios, y como decían los primeros padres de la Iglesia: Gloria Dei vita hominis, es decir la gloria de Dios es que el hombre viva. Dios no hace milagros, el milagro que hace Dios es darle al hombre la libertad, de modo que el hombre que crea el arte a través de la pintura, la arquitectura, etcétera, está glorificando a Dios, lo sepa o no lo sepa.

Es necesario para esto que el artista disponga de una absoluta libertad. Pienso que el sistema que padecemos actualmente en nuestra patria no es solamente un sistema inhumano, porque margina a los hombres de una vida digna mínima que supone el tener condiciones dignas de trabajo, de vivienda, etcétera, sino que margina a los que quieren crear. Hay toda una influencia nefasta de este sistema, del sistema capitalista en el cual el hombre cuenta por lo que tiene y no por lo que es, que tiende a ahogar toda la creatividad porque todo lo que significa creación significa la ruptura, el riesgo, y este sistema quiere tener las cosas perfectamente ordenadas, controladas, y si hay algo que es incontrolable es precisamente la creatividad del hombre.

El hombre necesita una atmósfera de libertad para poder expresarse, es decir en el fondo el sistema que padecemos no tiene confianza en la vida ni en el hombre, y yo pienso que Cristo nos enseña de una manera maravillosa a creer en la vida y que hay que tener confianza en el hombre. Él tiene confianza en esa prostituta que era María Magdalena, y por eso ella es rescatada de lo que tenía de dignidad y de grandeza humana. Pienso que si nosotros miramos con los ojos de Dios el mundo vamos a ver, como decía Camus, que en el hombre hay mucho más para amar que para despreciar. Entonces pienso que también padecemos en estos momentos una gran restricción, una gran presión para que no aflore la creatividad del hombre,

Fundamentalmente, el sistema que padecemos hoy en la Argentina ha sido condenado claramente por los obispos cuando ellos dicen que se caracteriza por dos elementos nefastos: 1) una reducción económica, una concepción global de la economía en la cual el hombre está puesto al servicio de la economía en lugar de estar puesta la economía al servicio del hombre, ya que el motor de la economía en nuestra patria es el lucro, y 2) la subordinación de lo social a lo económico, lo cual trae como consecuencia la miseria, las migraciones, la desocupación y la disminución de la capacidad creadora del pueblo. Hoy, un creador tiene que vivir en cierta manera a contracorriente pero eso no me preocupa demasiado: pienso que siempre los creadores fueron un poco seres que vivieron en la dificultad, que realizaron sus creaciones un poco en el dolor, en la lucha, en la dificultad. Como dice Saint-Exupéry, el hombre se realiza frente al obstáculo.